La Maldición de lo efímero. La condición humana implica
estar en una continua travesía. Por eso la identidad humana es móvil y conlleva
unas imposiciones sociales en la que podríamos decir que «no soy el que
soy», o también que «llego a ser lo que no soy». Es imposible eludir
esta condición de movilidad. Cualquier fijación, cualquier fin de trayecto,
representa el final de la finitud: la muerte.
Somos finitos, pero la finitud no es la
muerte sino el trayecto que va desde el nacimiento hasta la muerte. La
finitud es la vida, la vida que uno sabe limitada, la vida anclada en el tiempo
y en la contingencia. Desde este punto de vista, la muerte no forma parte de la
finitud, más bien es su condición, una de sus condiciones, pero, al mismo
tiempo, es también su negación. Tal vez sea esencial (o estructural) al ser
humano resistirse a la muerte, al paso del tiempo, al envejecimiento, pero
también es propio de su condición finita la imposibilidad de lograr la
eternidad, la inmovilidad, la claridad y la distinción.
En cualquier caso, lo más grave es que un ser
humano que tenga la certeza de haber alcanzado la victoria sobre la
contingencia y la muerte —algo que sólo podría tener lugar por una huida del
tiempo— es sospechoso de comportamiento totalitario, porque habría alcanzado lo
Absoluto, la Verdad con mayúsculas, fuera del espacio, del tiempo y de la
finitud, y entonces sería un ángel o una bestia. Lo mismo podríamos
decir de la cultura, de las instituciones, de los sistemas. Una sociedad
inmóvil es una sociedad totalitaria. En la finitud hay siempre ambigüedad. Un
lenguaje no ambiguo es inevitablemente totalitario.
El ser humano no es qué sino quién.
Porque nos sabemos finitos, por el hecho de haber comenzado a existir y de
tener que dejar de hacerlo, la vida aparece como un constante pensar y repensar,
como un incesante hacer, rehacer y deshacer, como un
inevitable viaje al pasado y una proyección hacia el futuro, como un ineludible
padecer.
Esta propuesta expositiva se materializa en
producciones del creador Francis Naranjo realizadas entre los años 2012 y 2018,
que se interrelacionan en esta ocasión para acompañarnos en esta invitación a
la travesía expositiva. Las propuestas se interrelacionan para reflexionar y
revolucionar nuestro estado de continuo viaje en esta situación de maldita
pandemia.